.Maldigo a todos esos locos que quieren gobernar la vida sin la palabra del poeta y sin la mano del artista.

jueves, 30 de mayo de 2013

Marivicio en la utopía cap. 4

Como el asesino que espera a que su víctima diga las últimas palabras para ejecutarlo, Marivicio esperó a que la vida lo calase hasta la última gota para coger él las riendas.

Tiene la mirada desorientada, ya no parece el que era. Dos semanas después del naufragio le han enseñado a actuar por necesidad, no por preocupaciones. Él solo estaba  haciendo lo que realmente creía necesario en ese momento y se volcaba con ello. Si tenía que cazar algo para comer, cazaba. Buscaba hasta el más mínimo insecto para comerselo. Él siente como esos bichos pasan a ser parte suya, siente como lo nutren. Si tenía que construir una balsa talaba(como podía) todos los árboles que pillaba, sabiendo que la vida de estos iba a salvar la suya. El Sol ya no lo reconocía, no se sentía envidiado por él como antes. Y desconsolado se mete detrás de unas nubes para después continuar su tedioso camino.

Marivicio ya ha terminado la balsa. Ha contruido un par de cajas para almacenar la comida. Las lleva llena de bichos, arañas, gusanos, escarabajos... Unos vivos, otros muertos. A algunos les falta las patas, algunos solo son patas sin tórax... Y zarpó. La balsa ha soportado una parte en las que había grandes olas, y ahora todo está en calma. Una calma que a cualquier ser humano habría inquietado, una calma que parece que va a ser precedida de un desastre. Pero a Marivicio le daba igual, está irreconocible. Se ha visto reflejado en el mar y ha notado su cambio, tanto físico como mental, y al ver lo rápido que está cambiando ha decidido que el viaje solo lo va a dedicar a sentirse, a notarse. Se tiró tres días para sentirse uno a uno los pelos de su cuerpo, cada uno de ellos, cuando estaba seguro de que lo sentía, pasaba al siguiente. Se tocaba, tocaba la balsa con troncos mal cortados, tocaba la seca cuerda que había hecho el mismo a partir de ramas, metía la mano en el agua y sentía su frio. Él no se iba a dedicar a ninguna cosa que no sea sentirse y disfrutar de si mismo. Y un día el Sol al despertar lo vio sintiendo el suelo de un pesquero. Ese pesquero le daba la oportunidad de reanudar la búsqueda de Victoria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario