El hombre es el único animal que se cree capaz de predecir el futuro. Deja que su atormentado pasado le afecte a su presente preguntándose por el futuro; ¿Qué pasará si..? ¿Y si cuando vaya a...? Preguntas que por mucho que te hagas e intentes darles solución, no se resolveran hasta que ese momento por el cual te pre-ocupas se tropiece con el presente.
Quien es un despreocupado desde siempre es el Sol. Ahí está, asomándose entre las montañas como cada mañana. Despertando a los trabajadores, mandando a los borrachos a sus casas. A él le da igual lo que esté por venir. Él no piensa qué pasará si dentro de dos semanas las nubes lo taparán impidiéndole ver así el día a día de los terricolas. Simplemente, cuando lo tapan, busca un resquicio entre las nubes para asomarse y si no lo dejan, ya verá que hará para hacer llorar a las nubes.
Marivicio se ha despertado. La vida del Sol no es muy divertida, y para entretenerse llama con sus rayos a las ventanas de las personas más madrugadoras. Pese a que la vida del Sol no es muy divertida, Marivicio le tiene envidia. Él desea una vida como la del Sol, una vida en la que hasta arrancar las hojas del calendario, tachando día a día, fuese rutina, que lo más innovador fuese conseguir dicho calendario. Pero no, en su vida solo hay sorpresas. Toda su vida transcurrió con normalidad hasta los 18 años, justo unos días antes de la prueba de selectividad sus padres tuvieron un accidente de coche. Desafortunadamente su padre murió, su madre se salvó pero estuvo condenada a no poder moverse más el resto de su vida. Marivicio, que era hijo único, se vió con la responsabilidad de cuidar de su madre. Buscó un trabajo y se olvidó de los estudios. Y así pasaron los años.
Una mañana se despertó y ya tenía treinta y pico años ¿Qué importa cuantos exactamente? Era domingo, no tenía que ir a trabajar así que Marivicio decidió pasarse el día relajado, sin ninguna alteración, pero como no, la vida que es la amante más caprichosa, decidió poner en su puerta a su vecina Victoria, que era de su misma edad... Más o menos.
-Hola vecino, no hay luz en mi casa y me preguntaba si era un problema de mi casa o afectaba a todo el vecindario.
Ella, pese a que se conocían de toda la vida y sabía que él siempre ha estado enamorado de ella, le hablaba de una forma muy seca desde lo del accidente. Sabe que Marivicio no volvió a ser el mismo desde el accidente de sus padres.
-En mi casa va todo perfectamente, espera -le respondió Marivicio mientras buscaba algo en sus bolsillos- vamos a llamar a la compañía, a ver que pasa. ¿No son los plomos, no?
-¿Te crees que si fueran los plomos estaría pediendote ayuda? -Le contestó de una forma algo borde.
-¡Mamá! ¿Has visto mi móvil por ahí? -Nadie le contestaba- ¡MAMÁ!
La preocupación de Marivicio aumantaba por cada vez que llamaba a su madre y nadie contestaba.
...
Un llanto desconsolado atravesó la habitación de la madre de Marivicio y salió disparado hacia los cielos... Quizás, ya que él en persona no podía despedirse, sus lágrimas y palabras si pudieran.
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